sábado, 4 de febrero de 2012

Camino

En las manos, las espinas de los nidos
que dejé cocerse bajo el sol muerto de frío;
en pestañas, los estratos y los cirros
fueron volutas en los labios y se fueron.

En mis uñas brilla el negro de obsidiana,
es mejor tallar la carne que pintar papel,
que quemar el suelo o los espinos.

Hoy mis pasos encontraron un sendero,
la mitad de carne húmeda,
la mitad de hierro frío;
en el rojo hubo sangre y calores, hubo barro,
en el otro sólo su frío.
En mis plantas se quedaron huellas;
en la izquierda tierra con los gritos del nacido,
la derecha se perdía entre la piel y sus berridos.

Vi un espejo, me decía que pintura,
que agujas y que el tiempo se ha vencido;
vi mis palmas y gemían por la muerte
que no acecha, que no espera,
que me abraza mientras vivo.

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