lunes, 1 de octubre de 2012

Árboles para beber

Todos los días tocamos agua, la dejamos correr por nuestro cabello, nuestra boca, nuestra piel, nuestras cosas. Cuando llueve, el agua cae entre las hojas y las ramas de bosques, parques y jardines hasta el suelo, donde se filtra y escurre entre los millones de granitos de roca y suelo. Llega a espacios subterráneos donde se mueve en ríos escondidos llamados mantos acuíferos, hasta donde alcanzan las raíces de algunos árboles para beber o las tuberías que los ingenieros colocan para bombear el agua hasta nuestras casas.

Como se ve en las macetas que todos hemos roto en el patio, el suelo bajo las plantas se mantiene unido gracias a las raíces que crecen hasta bien adentro en busca de agua y nutrientes. Entre los granitos del suelo y las raíces, el agua de la lluvia, el hielo o la nieve escurre hasta los mantos acuíferos.

En las grandes montañas, como los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl al oriente de la Ciudad de México, hay bosques tan viejos que no hay quien recuerde cuando sus árboles tenían apenas algunos centímetros de alto. Bajo ellos pasa lo mismo que en las macetas, el agua escurre entre sus raíces y a través del suelo.




Los dos volcanes y todo lo que vive en ellos forman uno de los parques más importantes de México, el Parque Nacional Izta-Popo, que nos permite conservar una gran variedad de seres vivos. Entre los miles de pinos y oyameles que crecen en los volcanes se puede encontrar un conejo pequeño y regordete que sólo vive en esos bosques, el teporingo o zacatuche; ahí también habitan venados cola blanca, zorras, linces, ¡incluso hay halcones de cola roja que vuelan entre los árboles a gran velocidad!

Gracias a que el ambiente en el Parque se mantiene lo más natural posible, los bosques pueden crecer. Esto no quiere decir que nada les pase. Con la temporada de secas los pastizales, que crecen más allá de los bosques y un poco antes de donde sólo hay hielo y nieve, se queman. Estos incendios son naturales y se generan por el mismo ambiente. El fuego se extiende hasta los bosques y con él mueren plantas enfermas. Con el calor, se abren los conos que cayeron antes de que iniciara el incendio y, entonces, las semillas de los pinos quedan entre la hojarasca quemada y el suelo para poder germinar con las primeras lluvias de la próxima temporada.

Con las lluvias de primavera y verano, bajo las ramas de los pinos y entre las fuertes raíces, crecen miles de hongos, algunos venenosos y otros comestibles. La gente que vive en los alrededores sube a recolectar los hongos comestibles para venderlos a los visitantes. Además, muchas otras personas suben todos los días durante todo el año, para cuidar de que las condiciones del Parque se mantengan lo más naturales posible; cuidan que nadie inicie incendios, que nadie dañe a los seres vivos, porque hacerlo afectaría el modo de vivir de todo cuanto ahí existe.

¡Tanta vida puede conservar un bosque sano! Más que él mismo. El agua que se filtra entre sus raíces llega a los mantos acuíferos, desde donde nacen pozos y manantiales o desde donde parten tuberías que la bombearán hasta nuestras casas. Por eso, es probable que el agua que escurrió entre las raíces de uno de los pinos más viejos de los volcanes termine purificada en el próximo vaso que bebas.