sábado, 26 de noviembre de 2011

Frío en las entrañas

La calle recibió los pasos, porque cuando son pasos ya se guarecen en el pretérito. Un catálogo de trazos en un lienzo bien orgánico, un entramado de los legajos dichos y los jirones del desnudo que, como decía, va caminando.

Una mirada y el paisaje desdibuja ese sitio del que escapó, un claustro con fuentes y hierbas, con gente de parla conocida. En las pupilas se reflejan escenas que habitaron dentro y que ahora ignora si siguen merodeando por las tripas; se nota un brillo. Un blanco fugaz, metálico.

De los iris se descuelga un cuchillo y en los párpados escurre un líquido extraño. Podría ser sangre.

Los pasos que se alejaron con alevosía y ventaja, so pretexto de más horizontes. La pasión que llevaba a mirar los huecos entre las columnas tan sólidas que sostienen el majestuoso constructo que sigue sigue hasta horadar el cielo, más porque no deja ver otros sitios que por alto. Solidez y un juego aplastante de palabras de arreglo barroco. Las pestañas ya han lamido ese discurso, pero no en las escenas que se recrean en la pupila, sino en otros sitios. Ajenos pero próximos. Todo parece ser una corriente, como un océano que sí se desborda.

Más pasos. Adelante, bruma. Atrás, el eco de lo dejado, lo bastardo. La lista negra de comentarios proscritos con uniformes de irrelevante, de trivial, de "sí, pero como te decía..." o, simplemente, de simple silencio.

Parecen harapos. El olvido se cierne como si fuera nube, pero la nube no amenaza; la lluvia no amenaza, la lluvia sólo cae, quien la quiera que la aproveche y el que se queje, ya se ha mojado. Nada que hacer. El olvido amaga, amenaza, finta.

En los labios se dibuja una mueca. El camino sigue y sus pasos van con el reconocimiento del conocimiento. Ya se veía la posible herida. Las piernas se mueven, la mirada alterna. Las manos cubren el hueco que hizo el cuchillo que cayó, inapelable, y se hundió en las entrañas.

Duele, pero el camino no espera. Los pies se mueven, la mirada alterna; las manos sostienen, las entrañas... Se secan.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Otoño

Las hojas caen. El viento marca el ritmo con el que bailan. Haz, envés; haz, envés.

El suelo se alfombra con hojas que miraron sin mirar las lluvias con sus visitas sui generis. Mis pies tocan, sienten, leen. Saborean palabras no escritas, simbolizadas en un verde o un ocre o un sepia o un sinnúmero de colores que no alcanzo a distinguir con la mirada, pero sí con la lengua.

Las hojas rozan. Sístole, diástole; haz, envés.

De pronto veo que una baila con el barro de una jardinera, parece atrapada en un hilo de seguridad; hoja cirquera en su cuerda. Siento en el talón otra, oscura, de antier o tal vez no tan pretérita; la siento cercana, con aires de sal, de nieve, de nube. Escurre por mi mano otra. Otra, otra. Otras.

Las pupilas se me inundan de una alfombra que no grita, que no habla, que no gime ni pide ni exige ni llama. Ni nada.

Mis ojos me exigen las mire; mis labios que las habiten. Quieren habitar ese espacio tan breve que fue, que permanece en un terreno prohibido para mis manos. Tras un cristal.

Sólo sé que llueve. Llueven hojas, llueve agua, llueven mil días en un solo jueves. Llueve un sol velado. Sus despojos escurren y mis palmas, ansiosas por su tacto, tiemblan, se resignan a que en sus ajuares lo que pudo ser se mantenga inerte.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Dos horas para la hora de comer

Entre las hojas tan húmedas de tan vivas, historias; bajo los pies, rocas, polvo, ramas rotas. Un día de trabajo en el monte. Mediodía y nos llegamos al predio de la faena; el intinerario cambió, ahora sólo hacía falta el recorrido de vigilancia y evaluación.

Bajo el comal, el crepitar de leña, de esas ramitas rotas perdidas en los senderos y entre las lomas. Encima, carne y cebollas. Un par de manos mueven las tortillas.

¡Pedro! Unos tacos pa' los ingenieros. Sírveles. -dice don Gregorio.- Un vasito de pulque, inge; nomás pa probar. Ándele, joven, éntrele.

Y de ahí nos arrancamos. Entre "todo va bien" y las presentaciones, se nos pasaron tacos y tacos por entre las manos. Parecían escurrirse. Para pasarlos, pulque y más pulque.

Era la hora de comer. Al inicio, según contaron, hacía harto frío en el monte; apenas metían azadón y salía hielo. Ahora ya tenía fuerzas y podían meter tantos postes como hicieran falta; pero, eso sí, hay que dejar chamba pa' mañana.

El pulquito aflojó memorias y luego lengua, aunque más bien la entorpeciera; aflojó habla.

Por acá pasan los vendedores de verduras y frutas, se suben y luego bajan pa'l pueblo. Ni falta que hace traer carro. Ahora nomás tragamos puro químico; mi pa' murió de un accidente, pero era un animalote de uno ochenta y seis.

No, viera; si dicen que eran altos los antepasados, nomás que la mezcla nos dejó chaparros.

Y me cruzo ya con tres vasitos: Dicen que antes, las ciudades reflejaban las estrellas; eran mapas.

Y siguen. Lo que era... Antes el acueducto que llevaba agua de Zina era del tamaño de ese pino, sin cemento; puro barro y...

Me cruzo: Y adobe... Lo que es... lo que es ser chingón.

Risas.

Siguen. Si antes cómo levantaban tantos edificios, puro músculo. Dicen que hay un don de noventa años, tres viejas en la misma casa; nunca se ha emborrachado, nomás un vasito de pulque en la mañana, uno al mediodía y otro en la noche.

¿Y a las viejas?

Les dice que están como carros en el defe, con su calcomanía de hoy no circula.

Risas.

'Ora mismo lo compruebo. 'Ora inge, joven, otro vasito pa' pasar el taco. Pascual, ¿otro? ¡Ah, que 'tas jurao!

No'mbre, si estos ya se chingaron el de la mañana, el del mediodía y el de la noche ¿Apoco van por los de mañana?

Es que hoy va dos por uno.

Y luego, historias de un trailero. Que si en Durango no dejan pasar si no trae uno cadenas; que si las viejas sobran en el camino; que si en el puerto saben bien a que hora llega un barco y sin reloj; que si en Michoacán qué viejas y hasta los cabrones 'tan guapos; que si en Guerrero nomás no te bajan de hijo de la chingada, pero es normal.

Al final, ni gota de pulque ni rastro de tortillas. Todos se siguen a su faena, unos limpian los trastos y apagan el fuego. Nosotros, por papas y setas.

Ahí los alcanzo, Turo, Javier. Adelántense. Dice don Pascual.

Dos horas para la hora de comer, dos de charlas tan entrañables como un camino. Dos horas para la hora de comer y nadie busca echar más minutos para evitar la chamba. ¿Ideales? No, sencillamente se respira aire distinto; uno que cuando hay, comparte, y cuando no, no quita.

Las minucias y los detalles se los comieron los árboles. Me quedo con tortillas, sal, pulque y carne. Me llevo historias de viva carne.

martes, 15 de noviembre de 2011

La primera siempre será la primera...

A pesar de que suene a slogan viejo y archivado, tiene validez.

¿Por qué no? Un blog, como tantos otros, como tanta gente, como tantas manos aficionadas a combinar palabras y asentarlas en alguna superficie. Eso sí, mi gusto por poner notas en servilletas o detrás de volantes no disminuirá; tal vez esto es un pretexto para ocupar mi estrés en publicaciones desnudas, tal vez es una forma de decir "sí, intento escribir".

La cosa es que desde hace tiempo miro muros, miro archivos con textos de autoras y autores que estimo. Ello, confieso, me empujaba más al ostracismo so pretexto de "no seré borreego". Pero ¿qué le vamos a hacer?, también tenemos voz y vamos a hacerla sonar.

Tampoco es un "mundo, ahí les voy desnudo". Porque estimo lo suficiente mi desnudez y respeto los ojos que la disfrutan.

Esto, espero, será una colección de garabatos con tipografía legible y toda la pompa de lo virtual que hace de la información, poder.

En busca de una vasija dónde poner las reflexiones y los versos que enmudecen por la cotidianeidad, encontré una que hace tiempo conocía y de la que huía. La primera, siempre será la primera; aunque frecuentemente no está al inicio de la fila.

Y a manera de tijeritas barrilito: Bienvenidas y bienvenidos.