jueves, 17 de noviembre de 2011

Dos horas para la hora de comer

Entre las hojas tan húmedas de tan vivas, historias; bajo los pies, rocas, polvo, ramas rotas. Un día de trabajo en el monte. Mediodía y nos llegamos al predio de la faena; el intinerario cambió, ahora sólo hacía falta el recorrido de vigilancia y evaluación.

Bajo el comal, el crepitar de leña, de esas ramitas rotas perdidas en los senderos y entre las lomas. Encima, carne y cebollas. Un par de manos mueven las tortillas.

¡Pedro! Unos tacos pa' los ingenieros. Sírveles. -dice don Gregorio.- Un vasito de pulque, inge; nomás pa probar. Ándele, joven, éntrele.

Y de ahí nos arrancamos. Entre "todo va bien" y las presentaciones, se nos pasaron tacos y tacos por entre las manos. Parecían escurrirse. Para pasarlos, pulque y más pulque.

Era la hora de comer. Al inicio, según contaron, hacía harto frío en el monte; apenas metían azadón y salía hielo. Ahora ya tenía fuerzas y podían meter tantos postes como hicieran falta; pero, eso sí, hay que dejar chamba pa' mañana.

El pulquito aflojó memorias y luego lengua, aunque más bien la entorpeciera; aflojó habla.

Por acá pasan los vendedores de verduras y frutas, se suben y luego bajan pa'l pueblo. Ni falta que hace traer carro. Ahora nomás tragamos puro químico; mi pa' murió de un accidente, pero era un animalote de uno ochenta y seis.

No, viera; si dicen que eran altos los antepasados, nomás que la mezcla nos dejó chaparros.

Y me cruzo ya con tres vasitos: Dicen que antes, las ciudades reflejaban las estrellas; eran mapas.

Y siguen. Lo que era... Antes el acueducto que llevaba agua de Zina era del tamaño de ese pino, sin cemento; puro barro y...

Me cruzo: Y adobe... Lo que es... lo que es ser chingón.

Risas.

Siguen. Si antes cómo levantaban tantos edificios, puro músculo. Dicen que hay un don de noventa años, tres viejas en la misma casa; nunca se ha emborrachado, nomás un vasito de pulque en la mañana, uno al mediodía y otro en la noche.

¿Y a las viejas?

Les dice que están como carros en el defe, con su calcomanía de hoy no circula.

Risas.

'Ora mismo lo compruebo. 'Ora inge, joven, otro vasito pa' pasar el taco. Pascual, ¿otro? ¡Ah, que 'tas jurao!

No'mbre, si estos ya se chingaron el de la mañana, el del mediodía y el de la noche ¿Apoco van por los de mañana?

Es que hoy va dos por uno.

Y luego, historias de un trailero. Que si en Durango no dejan pasar si no trae uno cadenas; que si las viejas sobran en el camino; que si en el puerto saben bien a que hora llega un barco y sin reloj; que si en Michoacán qué viejas y hasta los cabrones 'tan guapos; que si en Guerrero nomás no te bajan de hijo de la chingada, pero es normal.

Al final, ni gota de pulque ni rastro de tortillas. Todos se siguen a su faena, unos limpian los trastos y apagan el fuego. Nosotros, por papas y setas.

Ahí los alcanzo, Turo, Javier. Adelántense. Dice don Pascual.

Dos horas para la hora de comer, dos de charlas tan entrañables como un camino. Dos horas para la hora de comer y nadie busca echar más minutos para evitar la chamba. ¿Ideales? No, sencillamente se respira aire distinto; uno que cuando hay, comparte, y cuando no, no quita.

Las minucias y los detalles se los comieron los árboles. Me quedo con tortillas, sal, pulque y carne. Me llevo historias de viva carne.

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