lunes, 26 de marzo de 2012

Mejor mudo

Me lleno de borradores, de páginas manoseadas y manchadas. Me siento vacío de los brazos y de los párpados, los iris drenados.

¿Y el color? No es problema de matices, es de tinta que me llene.

Todo se pinta con alteraciones, con colores brillantes, con neones. El nuevo sol es intercambiable, es eléctrico, es chirriante. Huye huye de la vida y de la muerte, lo no-muerto repta en los rincones y en los cristales y entre las manos enfundadas en viscosidades endurecidas luego ablandadas, luego endurecidas otra vez y luego teñidas. Todo resalta, todo en colores que no se funden con su alrededor, que se limitan a su propio tono ajeno.

Me siento vacío de los brazos, las piernas me pesan con cada escalón. La sangre se escurre por una abertura que no importa.

¿Sangre? Eso importa cuando brilla en los dientes de fantasías trasnochadas.

La criatura nace limpia, no hay rastrojos en las entrañas, hay sonrisa y en la boca habita lo eufemista.

Y si lloras, y si pones en las hojas los caminos de las uñas, ¡qué dolor se siente! ¡qué dolor te puede! Pero el eco se disuelve, se pierde. Se pierde.

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