lunes, 4 de junio de 2012

Parapetos de panfletos

Me hierve el alma con el discurso panfletario de la ambigüedad y sus bendiciones. Irreflexivo, pues.

¡Tantas veces que se escucha en la juventud! Y aún la disculpa automática de "están chavos" es indignante por lo repetida. Y no es que se busque sentar una verdad absoluta, no soy hombre de dogmas, pero sí fomentar la discusión y la investigación crítica... No el tomar de pretexto el amor-desamor, la vida-muerte, el deseo-pasión como fichas de dominó que desemboquen en un efecto que casi siempre se muere pasadas tres fichas.

¿Qué pasa?

Pasa que la dualidad se ensucia con ambigüedad. Es cierto, el azar es insoslayable; el equívoco es la pimienta del platillo y el acicate para continuar navegando asintóticamente a las respuestas de nuestras preguntas. Sí, el fango es delicioso en el viaje y la inestabilidad de la tierra entre los dedos es necesaria. El problema y la injusticia vienen cuando se extraen esos nombres: equívoco, azar, ambiguo, y se conforman panfletos que no informan ni nada, productos milagro que se consumen y se utilizan como parapetos ante la realidad.

¡Hay que decirlo!

Da culo, da terror tomar la propia carne y empuercarse. Darse cuenta del propio error, del propio orgullo, del propio celo y la propia estupidez... Olfatear la casa podrida de desidia por limpiar, de ese olvido de uno mismo que engulle lo mejor de la vida y entonces, cuando la peste llega, nadie quiere limpiar y sale huyendo.

Lo peor es cuando la libertad se ensucia con ese panfleto idiota. Y nos decimos libres por desfachatados, por deshilachados, por ensuciados de olvidos y desidias.

Entonces lloro.

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